¿Por qué Dios le pide a Abraham
que salga de su tierra?
Cuando leemos por primera vez el llamado de Dios a Abraham (entonces conocido como Abram), puede parecer un poco extraño:
Dijo el Señor a Abram: “Vete para ti, de tu tierra, de tus familiares y de la casa de tu padre a la tierra que te indicaré”.
Génesis 12:1
¿Por qué Dios le pide a Abram que deje todo lo que conoce? ¿No sería más fácil para Abram servir a Dios en su propia tierra, rodeado de su familia y sus costumbres?
Para entender esto, tenemos que ponernos en el contexto de la época.
Abram vivía en Ur de los caldeos, una ciudad sumeria conocida por su avanzada civilización… y por su idolatría. El politeísmo era la norma, y la adoración a múltiples dioses estaba profundamente arraigada en la cultura y la vida cotidiana.
Imagina por un momento que eres Abram. Has crecido en una sociedad donde todo el mundo, incluida tu familia, adora a varios dioses. De repente, escuchas la voz de un Dios único que te pide que lo sigas. ¿Cómo podrías seguir a este Dios si te quedas en un lugar donde todo y todos te recuerdan constantemente tus antiguas creencias?
La orden de Dios a Abram no era un capricho divino, sino una necesidad espiritual. Al pedirle que salga de su tierra, Dios está invitando a Abram a un viaje tanto físico como espiritual. Es un llamado a dejar atrás no solo un lugar, sino una mentalidad.
Este patrón de “salida” como precursor del crecimiento espiritual se repite a lo largo de la Biblia. Pensemos en el éxodo de los israelitas de Egipto. No era suficiente con que Dios los liberara de la esclavitud en Egipto; tenían que salir físicamente del país para poder dejar atrás la mentalidad de esclavos y convertirse en una nación libre.
Pero hay algo más profundo aún en el llamado a Abram. Dios le dice: “a la tierra que te mostraré”. No le da un mapa, no le dice exactamente a dónde va. Lo que Dios le está pidiendo a Abram es un acto de fe absoluta.
Es como si Dios le dijera: “Confía en mí lo suficiente como para dar un salto al vacío. Yo te sostendré”.
Y Abram lo hace. El siguiente versículo nos dice simplemente:
Y así se marchó Abram, tal como el Señor le había dicho.
Génesis 12:4
No hay debates, no hay dudas registradas. Abram simplemente obedece.
Esta obediencia incondicional es lo que hace de Abram el padre de la fe. No es solo que cree en Dios, sino que está dispuesto a actuar basándose en esa creencia, incluso cuando no tiene todas las respuestas.
El llamado de Abram nos enseña que a veces, para crecer espiritualmente, necesitamos estar dispuestos a salir de nuestra zona de confort. Puede que Dios no nos pida literalmente que dejemos nuestra tierra, pero sí nos pide que dejemos atrás viejas formas de pensar, hábitos que no nos permiten crecer, o incluso relaciones que nos alejan de Él.
La migración de Abram no fue solo un viaje geográfico, sino un catalizador para su transformación espiritual. Al dejar atrás lo conocido, Abram se abrió a una nueva realidad donde Dios podía moldear su carácter y prepararlo para ser el padre de una gran nación.
¿Pero por qué, de entre todos los hombres vivos en ese tiempo, Dios escogió precisamente a Abraham para este destino monumental?
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