Por qué la Biblia repite insistentemente

que Abraham compró la cueva de Macpela

En Génesis 23 llama la atención la insistencia con la que se repite que Abraham adquirió legalmente la cueva de Macpela y todos los detalles de la negociación:

Y respondió Efrón a Abraham, diciéndole: “Mi señor, escúchame! Un terreno que vale cuatrocientos shekels de plata, entre yo y tú, ¿cuál es esa suma? Entierra a tu muerto”. Escuchó Abraham a Efrón y Abraham pesó para Efrón el precio que había mencionado a oídos de los hijos de Het: cuatrocientos shekels de plata en moneda corriente.

Luego, cuando llega el momento de enterrar a Abraham, la Biblia nos recuerda:

Lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en el campo de Efrón, hijo de Zohar el heteo, frente a Mamre. El campo que había comprado Abraham de los hijos de Het, allí fue enterrado Abraham y Sara, su mujer.

Jacob, nieto de Abraham, menciona la cueva y su compra:

"Entierrenme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo, en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamre, en la tierra de Canaán, que compró Abraham junto con el campo, a Efrón el heteo como terreno de sepultura”.

Y aunque ya Jacob lo había recordado, al momento de ser enterrado la Biblia dice:

Y lo llevaron sus hijos a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva del campo de Macpela, el campo que había comprado Abraham como terreno de sepultura a Efrón el heteo, frente a Mamre.

¿Por qué se sigue repitiendo una y otra vez, aunque la compra haya sido muchos capítulos atrás?

En el antiguo Cercano Oriente, la posesión de tierra era fundamental, no solo por su valor económico, sino también por su significado espiritual y cultural. La tierra era vista como un vínculo directo con los antepasados.

Recordemos que Dios había prometido a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7). Sin embargo, durante toda su vida, Abraham fue un extranjero en Canaán, sin poseer ni un palmo de tierra. La compra de la cueva de Macpela representa el primer cumplimiento parcial de esa promesa.

Pero la Biblia no se limita a repetir que un hombre compró algo a otro. Si leemos detenidamente esos versículos, también deja claro que la transacción fue presenciada por los hijos de Efrón. Es decir, aquella larga negociación no fue a puertas cerradas, sino que hubo testigos.

Este es uno de los tantos ejemplos en donde la Biblia menciona detalles porque son necesarios, y no por simplemente mencionarlos.

Esta repetición, entonces, es una declaración enfática de propiedad con fuerza contractual. Recordar de generación en generación que la cueva había sido comprada legítimamente por Abraham, era prácticamente una obligación espiritual que cada patriarca debía continuar.

Una tierra que debía permanecer a nombre de un pueblo, siglo tras siglo, milenio tras milenio, no podía permitirse olvidar. Honrar aquella negociación en la que Abraham pagó una exuberante cifra era necesario para su propio bien.

Y es eso último que también llama la atención de los lectores de la Biblia: ¿Por qué Abraham aceptó pagar un precio tan exorbitante por la cueva?

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